martes, 7 de octubre de 2014

Monederos boquillas para la ocasión

No sé si os pasa que cuando hacéis alguna actividad en solitario, sin depender de reloj, de consejos o de otras personas, la actividad se convierte en un placer tranquilo.
 
No hay que rendir cuentas, no hay que pedir permiso, no hay que dar las gracias, no hay que pedir opinión... vas lo haces y punto final.
 
Cuando coso es un placer. Es parecido a cuando cocino en fin de semana o cuando acaricio a los canes al caer la tarde.
 
Pero....siempre hay un pero, cuando la actividad se tuerce (coser en mi caso), siempre buscas, algo, alguien, alguno para poder arremeter. Insultos en voz baja, sudor frio, enredo en general.
 
Esto me pasa a mí, cuando monto las boquillas metálicas a los monederos. La poesía del momento se convierte en prosa donde domina el taco. -Si es que esto es una me...¡¡¡ este pegamento es horrible... brrrrrrrrrrrr ascccccccc ufffff¡¡¡¡¡
 
El resultado llega pero de qué manera

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